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Unió Mallorquina ha vuelto a dar la sorpresa. Contrariamente a lo que habían acordado Miquel Nadal y Miquel Àngel Grimalt, finalmente se celebrará el próximo 11 de julio el anunciado y después suspendido congreso extraordinario con el único objetivo, al parecer, de ratificar en el cargo al actual presidente de la gestora de esta formación política, Miquel Àngel Flaquer, que accede al cargo con el apoyo unánime del Consell Polític de su partido. Todo indica que han sido las tensiones internas las que han obligado a la convocatoria del congreso "el último se celebró a finales del 2007 en el que Miquel Nadal accedió a la presidencia", aunque sólo sea para escenificar que éstas se han superado con la elección de Flaquer y, por supuesto, cumplir con las exigencias estatutarias. Es incuestionable que un refrendo congresual avalará la legitimidad de la decisión del Consell Polític, pero aplaza la solución a la crisis que está atravesando y le hace perder apoyos en la opinión pública.

La cuestión de fondo respecto a Unió Mallorquina se centra en la necesidad de estabilizar las diferentes corrientes que conviven, las disputas estratégicas y personales han acabado con el mandato de Miquel Nadal. A partir de ahora se abre una nueva etapa en la que UM debe dejar atrás todo este período convulso del que también se han resentido las instituciones de las que forma parte. Flaquer tiene ante sí la difícil labor de recomponer la vida interna de un partido muy castigado por las luchas fraticidas, un verdadero reto atendiendo la situación en la que se encuentra y con un horizonte electoral a medio plazo, en el 2011.

Flaquer dispone de apenas dos años para tranquilizar Unió Mallorquina si no se quiere romper un proyecto político que comenzó hace poco más de veinticinco años con la voluntad de representar un segmento importante de la sociedad mallorquina, una tarea en la que resulta imprescindible el compromiso de todos sus militantes.