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Hace un año que saltó el primer gran escándalo de corrupción política de la legislatura, adelantado en una información exclusiva de Ultima Hora en la que se daba cuenta de la utilización de una tarjeta de crédito, con cargo a las cuentas de la Empresa Municipal de Obras Públicas del Ajuntament de Palma, en diversos clubs de alterne de ambiente homosexual por parte del que fue 'número dos' del gobierno municipal que presidió la alcaldesa del PP Catalina Cirer, Javier Rodrigo de Santos.

La noticia causó entonces una enorme conmoción política y social. Los hechos sobre los que investigaba la Fiscalía, a los que los actuales responsables en Cort les habían trasladado toda la documentación, revelaban el profundo descontrol sobre el gasto en las empresas públicas municipales, aunque el aspecto más llamativo era el protagonismo en todo el caso de Rodrigo de Santos, responsable del área de Urbanismo y uno de los políticos con mayor proyección pública durante la pasada legislatura municipal.

De Santos era para el Partido Popular un icono de buena gestión, de pulcritud y eficacia, además de una coherencia política que le llevó a ser uno de los más acérrimos defensores del distanciamiento preelectoral con Unió Mallorquina. De firmes convicciones religiosas, el concejal no faltaba en la mayoría de las celebraciones, incluso exhibiéndolas si era preciso acudiendo a las procesiones junto con sus compañeros de Consistorio.

Todo el conjunto de actuaciones de Rodrigo de Santos acabó creándole una imagen que en nada se correspondía con la realidad, mucho más sórdida "que él atribuye a la adicción a la droga" y que acabó destapando un reguero de escándalos que parece no tener fin.