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El hecho de hallarnos inmersos en campaña electoral para las autonómicas vascas y gallegas puede hacer que la política vuelva a derivar en enfrentamientos partidistas que se alejan mucho de las auténticas necesidades de los ciudadanos, agobiados por una crisis que ya es recesión y con el fantasma de una posible deflación asomando tras la cortina.

Esto no significa que no deban depurarse todas las responsabilidades e investigarse los presuntos casos de corrupción, los últimos de ellos surgidos en la Comunidad de Madrid, puesto que esta labor es imprescindible para la limpieza del sistema. Ni que no deba existir la legítima lucha por el poder en las comunidades autónomas que están a punto de renovar sus parlamentos.

Pero todo ello no puede suponer que se deje de lado el principal problema al que debe enfrentarse el Estado y el Gobierno, que es una imprescindible reactivación económica y el replanteamiento de un sistema productivo que se ha mostrado obsoleto y excesivamente dependiente de sectores como el de la construcción.

Si cualquier formación política, lejos de afrontar como es debido las actuales circunstancias, pretende lanzar cortinas de humo para desviar la atención de la opinión pública, haría muy mal y, probablemente, no conseguiría alcanzar este objetivo puesto que la sociedad se encuentra muy marcada por el lastre económico y por las elevadas cifras de desempleo, un drama que debe ser acometido con urgencia por los poderes públicos. Es evidente que nos queda un largo camino por recorrer y los antecedentes de hallarnos en plena campaña electoral son todo menos positivos para la adecuada gestión de momentos difíciles.