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Está, por desgracia, en el guión electoral de España. La banda ETA no desaprovecha la ocasión para interferir en las campañas y ésta de 2008 no ha sido una excepción con el vil asesinato de un trabajador, ex concejal socialista de Mondragón, Isaías Carrasco, cuyas especiales circunstancias "en presencia de su esposa y una de sus hijas" lo hacen, todavía más, si cabe, repudiable y evidencia que para estos delincuentes la crueldad no tiene límites.

La violenta muerte de Carrasco ha provocado una ola de reacciones de condena por parte de la práctica totalidad de fuerzas políticas democráticas españolas, además de causar la suspensión de todos los actos de cierre de campaña que se habían previsto para anoche. El gesto, sin fisuras, permite recuperar la esperanza en una coincidencia de estrategias sobre cómo combatir la violencia etarra, un consenso que en estos momentos está hecho trizas entre las dos fuerzas mayoritarias, el PSOE y el PP, tras una legislatura en la que éste ha sido uno de los temas centrales de la disputa política.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en su comparecencia pública reiteró el compromiso del Estado con la persecución, detención y puesta a disposición de los jueces de los responsables del asesinato de Isaías Carrasco en Mondragón. No puede ser de otro modo. Es el momento de hacer piña para acabar con los violentos, con los que ven en las pistolas la solución a los conflictos políticos.

Ahora, lo importante, lo inmediato, es que en las elecciones de mañana los etarras sientan la derrota, la inutilidad del asesinato que cometieron ayer en una calle de Mondragón sobre un trabajador y ex edil socialista. Otro más.