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Finalmente los tres españoles que permanecían detenidos en el Chad "entre ellos un menorquín" se encuentran ya sanos y salvos en casa después de pasar lo que seguramente será la aventura más complicada de sus vidas. No lo tenían fácil, al estar acusados formalmente en el país africano de complicidad en el secuestro de 103 niños, un cargo gravísimo. Tras la espectacular operación del presidente francés para liberar a las azafatas españolas, la diplomacia española ha conseguido lo mismo para los otros tres detenidos.

Ha sido éste un episodio complejo, que la oposición política ha aprovechado para criticar la acción de la diplomacia española, que, como vemos ahora, ha realizado una labor callada y discreta "así debe ser siempre" con excelentes resultados.

No debería extrañarnos esta actitud en una clase política que se ha distinguido siempre en nuestro país por su deslealtad cuando se trata de asuntos de interés nacional, ante los que suelen primar los del propio partido y, sobre todo, el empeño en erosionar al Gobierno de turno; algo que no ocurre en otros países de mayor tradición democrática, donde los políticos y los ciudadanos hacen piña cuando se trata de compatriotas en apuros.

Dejando aparte los dimes y diretes políticos "inevitables a cuatro meses de las elecciones generales", lo cierto es que la gestión diplomática del equipo de Miguel Àngel Moratinos ha resultado impecable al conseguir no sólo la liberación de los detenidos, sino que lo hagan sin cargos, lo que viene a demostrar lo que todos habíamos defendido desde el principio del caso: la inocencia de los tripulantes del avión utilizado por la ONG gala para realizar el presunto secuestro de los niños chadianos.