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LAURA MOYÀ
A las cinco de la madrugada del 7 de junio de 1937, Jeroni Alomar Poquet fue fusilado por los fascistas en el cementerio de Palma. Tenía 42 años y era el clérigo de Llubí, municipio en el que había nacido. No militaba en ningún partido, pero se le acusó de haber ayudado a escapar a varios republicanos, lo que se tradujo en un Consejo de Guerra y en su posterior sentencia de muerte. Alomar no está dentro del grupo de religiosos mallorquines que Benedicto XVI beatificará mañana por haber sido fusilados durante la Guerra Civil por los republicanos. Es el gran olvidado.

Se le llama el cura rojo, aunque sus ideales políticos estaban más cerca del centro derecha que de la izquierda. Había abandonado Llubí por Palma porque su hermano, Francesc Alomar Poquet, se encontraba en prisión por haber apoyado a Manuel Azaña y haber sido presidente de Acción Republicana en Muro. Quería lograr su liberación, algo que buscó y luchó hasta que le detuvieron.

El clero balear no vio con buenos ojos sus desvelos por ayudar a su hermano, un rojo, ni su trayectoria como sindicalista cuando era vicario de Son Carrió o sus tensas relaciones con los falangistas de Llubí. A estos motivos de recelo se le sumó la encerrona que terminó con el clérigo en el paredón.

Jeroni Alomar Poquet permaneció unos dos meses en prisión. El propio clérigo describió su cautiverio en una de las cartas que logró enviar a sus familiares: «Es un calabozo húmedo sin luz ni ventilación con las paredes sucias, con un olor pestilente, teniendo que hacer mis necesidades allí dentro, pues no estaba permitido ir al excusado». La misiva, recogida en la biografía que publicó Nicolau Pons en 1995, recoge las condiciones en las que el clérigo pasó su cautiverio. Otras, como una carta enviada a su madre, muestran a un Alomar Poquet que veía claro por qué había sido detenido: «Para su tranquilidad puedo adelantarle que de todos modos tenían preparadas unas ratoneras y nos cogieron como a ratones. Así que todo fue simulado por la policía y con artimaña, nos indujeron a ello, como podrá demostrarse cuando tengamos defensor».

El defensor llegó, el abogado Gabriel Alomar Esteve, un primo suyo que no pudo hacer nada. Finalmente, el Consejo de Guerra, celebrado el 12 de mayo, dictó sentencia de muerte.Veintisiete días después, Alomar Poquet fue conducido al cementerio para su fusilamiento. Vestido con la sotana, pronunció sus últimas palabras: «Pau i justícia. Visca Crist Rei!». Las autoridades impidieron que Jeroni Alomar tuviera un funeral. No fue hasta muchos años después, el 7 de junio de 1995, cuando se celebró una misa en su memoria que ofició el obispo de Mallorca, Por otra parte, Gabriel Ramis, Postulador de las Causas de Canonización de Mallorca, aseguró que nadie ha solicitado que se inicie el proceso sobre martirio de Jeroni Alomar Poquet, que decide si una persona puede ser beatificada o canonizada y que puede solicitar cualquier persona. El proceso tiene que «establecer si ha sufrido y aceptado la muerte vía la fe o por una virtud cristiana», algo que «debe demostrarse con pruebas». Gabriel Ramis distinguió entre aquellos sacerdotes que murieron por «el simple hecho de ser cura» y los que lo hicieron «por otros motivos» en los que, probablemente, el hecho de ser sacerdote era lo de menos.