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Mallorca celebra hoy su Diada, una iniciativa que promueve el Consell en conmemoración del juramento de Jaime II de la Carta de franqueses i privilegis que se convirtieron en la base jurídica del Reino de Mallorca, el 12 de septiembre de 1276. Lo cierto es que a día de hoy, todavía, son mucho los mallorquines que no son capaces de adivinar cuál es el significado de esta Diada, como tampoco conocen que se celebra el 1 de marzo, Dia de les Illes Balears.

Es indudable que el hecho insular conlleva un innegable sentimiento que remarca la identidad propia, circunstancia a la que los mallorquines no son inmunes. Cuestión distinta es la dimensión política que se le quiera dar a este sentimiento, más cuando se superponen mensajes que, en principio, la ciudadanía percibe como contradictorios. La Diada de Mallorca convive con el Dia de les Illes Balears que, precisamente, promueve la pertenencia a un colectivo superior, el de la Comunitat Autònoma.

De momento, y salvo la excepción del pasado año con el éxito en la distribución de las banderas mallorquinas para que engalanasen los balcones, la Diada de Mallorca pasa desapercibida salvo para quienes han sido invitados a asistir al acto del Teatre Principal, donde serán entregados los galardones de este año.

Es innegable que gracias a la entrega masiva de senyeres se consiguió crear el año pasado un clima social de mallorquinidad como nunca se había visto. Fue un mérito indiscutible de Unió Mallorquina. Ahora con un nuevo gobierno en el Consell -en el que UM tiene menos peso político- y con una presidenta socialista, Francina Armengol, parece que la Diada vuelve a lo que siempre ha sido: una fiesta institucional ante la indiferencia de la inmensa mayoría de los ciudadanos de Mallorca, para los que es un día laborable más.