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Todos los indicios apuntan a que, al final, el Govern acabará autorizando la construcción del nuevo hospital de referencia de Balears, y que debe sustituir al actual de Son Dureta, en Son Espases. La reacción al más que previsible anuncio en favor de la continuidad de las obras supondrá la primera gran prueba de fuego del president Antich y de la coalición de partidos que le apoyan en esta legislatura recién estrenada.

La izquierda, en especial la nacionalista, había dado su apoyo incondicional a los movimientos cívicos de protesta en contra de la construcción del hospital en Son Espases para defender la «reconstrucción» de Son Dureta; una opción descartada por el anterior Ejecutivo autonómico y que contaba con el rechazo de los profesionales de la sanidad por los riesgos que entraña y las molestias que ocasionaría a los usuarios del centro sanitario.

Mantener la construcción de Son Espases, evitando así indemnizaciones millonarias a las empresas adjudicatarias de las obras, no significa tener que renunciar a una revisión del proyecto para disminuir, en la medida de lo posible, el impacto visual del edificio y la protección del entorno del monasterio de La Real; cercado ya de numerosas edificaciones sin que se haya originado la más mínima polémica.

Lo importante y trascendental, conviene que el Govern lo tenga muy presente, es mejorar la calidad asistencial de la sanidad balear y que éste es un objetivo que no puede seguir demorándose por una cuestión electoralista. La responsabilidad de ejercer el poder tiene, en demasiadas ocasiones, este tributo que es el que da la verdadera dimensión de los responsables que lo detentan. Por tanto, en Son Espases, el Govern y su president pueden demostrar su verdadera talla política.