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l atentado perpetrado en la madrugada de ayer por la banda terrorista ETA frente al cuartel de la Guardia Civil de Durango (Vizcaya) ha confirmado, por desgracia, el final de la tregua anunciada tres meses atrás; aunque, por fortuna, no ha habido que lamentar víctimas mortales.

La acción terrorista no parece que, en esta ocasión, haya sorprendido al Gobierno. Desde hacía semanas varios portavoces auguraban un inminente ataque terrorista, circunstancia que contrasta con el atentado de diciembre en el aparcamiento de la T4 del aeropuerto de Madrid; una explosión que hizo naufragar, de hecho, el proceso de negociación abierto con la organización terrorista vasca por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Los efectos de la explosión de Durango confirman la voluntad asesina de los terroristas, del mismo modo que también confirma el nulo avance que se ha logrado durante los últimos meses en favor de la paz y el entendimiento entre las fuerzas políticas, en especial las del País Vasco.

ANV, el partido «heredero» de Batasuna, se ha negado a condenar el atentado de ayer. Nada que no fuera previsible habida cuenta de los precedentes sobre el origen de esta fuerza política y las razones de su presencia en las instituciones vascas. Cuestión muy distinta es la actitud de los grandes partidos estatales, PSOE y PP, los cuales, según han manifestado sus portavoces, vuelven a encontrar puntos en común en la lucha contra el terrorismo de ETA; éste, quizá, sea el único punto positivo que puede extraerse de lo sucedido en Durango. El resto es sólo la constatación de que todavía hay en España quienes creen que con violencia se pueden conseguir logros políticos. Están equivocados.