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A Juan Carlos lo conozco desde hace tiempo. Igual que a su padre, funcionario de Cort y portero del Castell de Bellver de toda la vida.
Juan Carlos me manda un e-mail, que al leerlo se me ponen los pelos de punta, sobre todo porque a su padre, al que no veía en su trabajo habitual desde hace tiempo, le hacía en otro negociado. O jubilado. Nunca donde está ahora, convertido en una especie de vegetal que pesa entre 30 y 35 kilos, que al igual que el cirio que arde, resistirá hasta que se apague. Mientras tanto, se irá consumiendo poco a poco.

Lean con detenimiento la carta, pónganse en su piel y... ¿Que harían ustedes en su lugar?
«En mayo del año pasado, a mi padre le dio un infarto, y como consecuencia del mismo entró en coma profundo e irreversible, según el diagnostico de los médicos que le atienden.

A partir de tan trágico momento, todo en nuestra familia ha dado un cambio que de palabra no se puede explicar, especialmente para mi madre, mi hermana y su marido, sus nietos (uno de ellos al que no conoce, ya que nació estando mi padre en coma) y para mí.

Al observar a un ser humano postrado en la cama, con el corazón en perfecto estado de funcionamiento, pero, sin embargo, con el cerebro sin un ápice de energía positiva, porque según los doctores, su cerebro se ha quedado seco por falta de riego sanguíneo. El impacto al verlo respirar, pero sin movilidad alguna, es impresionante.

La sensación que te causa a primera vista, es que está durmiendo y que en cualquier momento se va a despertar y te va a preguntar: '¿Qué hago aquí?' Pero desgraciadamente eso no va a suceder, porque como he dicho anteriormente, el coma que tiene es irreversible e indefinido, y le mantendrá en este estado hasta que su corazón diga basta. Pero todos nos hacemos la misma pregunta: ¿Cuándo sucederá esto?

Antes de seguir, he de manifestar que creo que nadie desea perder a un ser querido (y menos a tu padre), pero hay casos que con todo el dolor de nuestro corazón y con los mayores sentimientos de tristeza, la cruda realidad nos puede hacer aceptar un fatal desenlace no deseado.

No pretendo hacer morbosidad al redactar el presente escrito (soy su hijo, y más que yo no lo quiere nadie en este mundo); tan sólo pretendo manifestar la pura realidad de lo que le está ocurriendo a un ser humano y el sufrimiento de los que tanto le queremos y amamos.

Ante tal panorama, constantemente me estoy haciendo la misma pregunta: ¿De quién depende que la eutanasia se legalice?
No sé si la decisión para legalizar la eutanasia depende de los políticos, los eclesiásticos, los jueces, pero si es así, me gustaría hacerles algunas preguntas y que me las contestasen con la máxima sinceridad: ¿Si el caso que he detallado les ocurriese a aquellos que ponen impedimentos para la legalización de la eutanasia, (y de corazón en ningún momento se lo deseo), actuarían del mismo modo como se está haciendo en la actualidad? Estoy seguro de que no. ¿Por qué en otros países está legalizada? ¿Es que aquí somos diferentes, más listos, más torpes, o quizás más dictatoriales? Creo, y además lo quiero matizar, que legalizar la eutanasia no debe ser autorizada a practicarla en cualquier caso que se solicite.

Me manifiesto a favor de la eutanasia pero siempre con la legislación donde se exprese con todo detalle, él como y él cuando se debe aplicar o no. Pienso que se debería nombrar un tribunal o comité técnico, que estudien cada caso, y que con el consentimiento familiar más cercano en cada caso, y además aplicando la legislación establecida, se tome la decisión más correcta que sea posible y menos traumática para todos los afectados.

Quiero terminar expresando lo siguiente: Sólo las personas pueden evitar el sufrimiento de las demás personas.Por eso digo: SEAMOS PERSONAS.
Fdo.: Juan Carlos Sánchez».