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Con las 3.20 de la madrugada del miércoles y acaban de aterrizar en el aeropuerto de Son Sant Joan 140 niños procedentes del campamento saharaui de Tindouf. Muchos de ellos llegan asustados, sorprendidos y cansados. Para algunos supone la primera experiencia lejos del campamento. Incluso, una cosa tan normal para nosotros como subir una escalera, se convierte en toda una experiencia para ellos.

Desde hace ya 20 años, la Associació d'Amics del Poble Sahraui de les Illes Balears se encarga de distribuir a los niños del desierto en las familias mallorquinas y menorquinas. Muchas de estas familias repiten experiencia, como la familia que acoge a Mohamed, que vuelve a tenerle en su casa un año más. Para otras de estas familias, como la Blázquez- Massot, es la primera vez que participan de esta nueva experiencia y para ellos tomar la decisión fue fácil.

Ya con sus familias, todos pasarán controles médicos para comprobar el estado en el que se encuentran. La desnutrición y las dificultades en la visión son los principales problemas que deben tratarles, explica Ventura Vaquer, presidenta de la asociación.

Ventura recuerda también las emociones que se sienten al alojar a estos niños. Que pueda salir agua de un grifo, el dormir en una cama y las tecnologías son cosas que nunca han visto en sus cortas vidas. Además, conscientes de las carencias que ellos sufren, consiguen concienciar a las familias de los problemas que pueden tener y que para nosostros no tienen la importancia que debieran.

Y es que todos los que participan en esta causa están de acuerdo en una cosa: los meses que pasan los niños en la Isla suponen tanto una ayuda para ellos como una lección para las familias que trataran de hacerles pasar el mejor verano de su vida.

Mónica Martorell