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El fallecimiento de Erika Ortiz, hermana de la princesa de Asturias, ha sido un trágico acontecimiento sobre el que existen opiniones diversas y del que no se ha concretado nada de forma oficial. La causa de su muerte continúa siendo un misterio y muy probablemente jamás se conocerán con exactitud cuáles fueron los motivos que causaron el fallecimiento de la hermana pequeña de doña Letizia, a la edad de 31 años.

La familia Ortiz tan sólo ha pedido a los medios de comunicación, a través de la Casa Real, prudencia y respeto, algo que parece obvio, aunque no tanto para determinados programas del corazón y periodistas, que ya han dado su particular versión sobre una muerte de la que se desconoce cualquier tipo de detalles.

Muchos de ellos, incluso, traspasaron durante meses el límite de lo razonable con la persona de Erika Ortiz, una mujer que siempre se mantuvo en un discreto segundo plano, que nunca vendió ninguna exclusiva y que, sin embargo, soportó ante las puertas de su casa la presencia frecuente de fotógrafos y periodistas. Sin lugar a dudas, el control exhaustivo que ejercieron determinados medios de comunicación no le ayudó, evidentemente, a mejorar su delicado estado de salud.

España está consternada por el fallecimiento de la cuñada del Príncipe. Desde el primer momento, la tristeza se ha unido a la curiosidad y son muchos programas «rosas» que, apelando a la «necesidad imperiosa de saber», están rizando el rizo y han puesto en marcha la maquinaria del sensacionalismo para atar los cabos que quedan sueltos.

La familia Ortiz sabía por qué pedía respeto y prudencia. Sería terriblemente injusto olvidar que se trata de una tragedia familiar y que se debe respetar su derecho a la intimidad en unos momentos tan delicados. Traspasar los límites por la curiosidad de millones de telespectadores sería un inmenso error.