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PEP ROIG
Uno de los episodios de la Guerra Civil en Mallorca más conocido es el fracaso del intento de la ocupación de Mallorca por parte de las fuerzas republicanas, teniendo como escenario la costa próxima a Manacor, desde Porto Cristo a Son Servera, que terminó el 12 de septiembre de 1936 con la retirada de las milicias comandadas por el «Capitán Bayo».

Tras el levantamiento militar del 18 de julio, Mallorca, Eivissa y Formentera quedaron bajo el dominio «nacional», mientras que Menorca continuaba fiel a la República. El día 23, con el bombardeo de Palma empezaron las acciones contra los sublevados. El 1 de agosto, tropas republicanas tomaron Cabrera, pero fueron desalojadas casi de inmediato. Desde el 19 de septiembre, tras conocerse el Golpe Militar, estaba en mente de los republicanos la recuperación de la totalidad de las Balears.

Existe la versión de que fue la Generalitat de Catalunya la que tomó la iniciativa, sin consultar con el Alto Mando republicano ni al Gobierno de Madrid. Al mando de la operación puso a Alberto Bayo Giroud, teniente coronel de aviación, más conocido como «el capitán Bayo», y al capitan Manuel Uribarri. El 2 de agosto, una columna de Bayo desembarca en Menorca para los prolegómenos de la «reconquista». Palma es bombardeada de nuevo al día siguiente. El día 6 la Generalitat y el Comité central de Milicias Antifascistas de Catalunya, anuncian su apoyo a la toma de las islas sublevadas, mientras que el Gobierno de la República decide mantenerse al margen.

EL 3 de agosto, Formentera se rinde a las tropas que comanda Uribarri, que preceden de Valencia. Al día siguiente se unen a la columna de Bayo, procedente de Barcelona, para la toma de Eivissa. Diez días después, 400 milicianos de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) ocupan Cabrera, mientras que los milicianos de Valencia regresan a la Península a causa de los desacuerdos estratégicos con Bayo. Tras la toma de las Pitiusas, fueron liberados los presos políticos que allí se encontraban, entre estos el poeta Rafael Alberti.

El 15 de agosto, Bayo intenta convencer a los milicianos que tomaron Cabrera para que hagan lo mismo con sa Dragonera. No consiguió convencerlos, aunque más tarde lo harían por su cuenta sin que Bayo lo supiera. El desembarco en Mallorca se produjo en la madrugada del 16 de agosto. En la operación tomaron parte los barcos mercantes «Marqués de Comillas», reconvertido en barco hospital, «Ciudad de Cádiz», «Ciudad de Barcelona» y «Mar negro». La flota militar estaba compuesta por el acorazado «Jaime I», el crucero «Libertad», el destructor «Almirante Ferrandiz», un submarino, y siete hidroaviones «Saboya-62». Según algunas fuentes, la tropa sumaba entre 6.000 y 10.000 milicianos procedentes de Eivissa, con el refuerzo de gran parte de la guarnición de Menorca. El ataque se hizo por sa Punta de n'Amer y Porto Cristo sin apenas hallar resistencia, puesto que las fuerzas desembarcadas eran muy superiores a las que los sublevados disponían en la isla.

Pero tras el desembarco se puso de manifiesto la falta de decisión, experiencia y coordinación de las milicias, lo que les llevó al estancamiento y a cometer errores estratégicos, como podría haber sido la toma de Manacor, cosa que intentaron el 31 de agosto tras reorganizarse al encontrar una fuerte resistencia.

Tras el Alzamiento, flotas extranjeras supuestamente neutrales, como la italiana, permanecieron fondeadas en la bahía de Palma. A ellas recurrieron los militares sublevados. El 19 y el 22 de agosto llegan los aviones italianos que empiezan a hostigar las cabezas de playa tomadas por los milicianos. El 27 de agosto llegan nuevos refuerzos aéreos italianos (Macchi 41 bis, Fiat CR-32 y Savoia SM-81) lo que hace que se forme una fuerza muy superior a la republicana, que se mantiene en su posición establecida en la costa sin que hayan conseguido avanzar. Al ataque aéreo se le suma la contraofensiva de los «nacionales», que con 3.500 hombres, hace que la fuerza expedicionaria empiece el repliegue. Por orden del Gobierno que preside Largo Caballero, el 5 de septiembre las tropas de Bayo empiezan la retirada, al tiempo que deben repeler la agobiante ofensiva de los sublevados.