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Este año el Día del Libro se celebra en sábado, con veinticuatro horas de adelanto, por coincidir la festividad de Sant Jordi en domingo. De cualquier forma, si el tiempo no lo impide, volverá a ser una jornada festiva, de exaltación del gozo de la lectura. Un placer que practica un buen porcentaje de la población, cerca del 53 por ciento, aunque las estadísticas revelan claramente cuál es el perfil de la persona amiga de la lectura.

En España leen más las mujeres, los habitantes de las grandes ciudades, los jóvenes y quienes tienen estudios. Pero hay más: datos reveladores que ponen de manifiesto que quienes leen habitualmente, también van más al cine, al teatro, viajan, leen revistas y prensa diaria, hacen deporte, navegan por Internet y escuchan la radio. Es decir, el retrato robot del español que gusta de los libros es también el que disfruta de la cultura, el que concibe la vida como un abanico enorme de posibilidades para divertirse y para enriquecerse. Es una excelente noticia.

Pero, ay, en el extremo opuesto encontramos que dos de cada tres españoles de clase media-baja o baja confiesan no leer nunca y ellos son también quienes menos se acercan a los otros ámbitos de la cultura. Así que ahí tenemos la clave del éxito de los libros: la clase social. Es decir, la cultura y la economía, de la mano.

Todo ello nos remite una vez más a la importancia crucial de la escuela, donde ya se promueve adecuadamente la lectura desde los primeros años de la educación obligatoria, y a la que hay que exigir que mantenga el propósito de hacer que los niños sean seducidos por el vasto mundo de los libros. Ellos serán los ciudadanos de mañana y, cerca de las letras, serán sin duda mejores que nosotros.