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Ha sorprendido la firmeza con que el ministro de Justicia del Gobierno de la nación anunciaba días atrás que Balears es una de las regiones que más padecen el impacto del crimen organizado. Quiza Juan Fernando López Aguilar no conozca bien de cerca la realidad social de nuestras Islas o tal vez la magnitud de los datos estadísticos le hayan conducido a una percepción distorsionada de los hechos. Porque, al menos al nivel de la ciudadanía e incluso de las fuerzas de seguridad, no tenemos los habitantes de estas Islas la sensación de vivir en el paraíso de las mafias criminales. No vivimos aquí tiroteos callejeros, asesinatos por ajustes de cuentas, secuestros exprés, enfrentamientos de bandas de delincuentes... como está ocurriendo en Madrid y en algunas zonas del Levante español y en la Costa del Sol.

En Balears, ciertamente, existe una siempre preocupante actividad delictiva, como centro turístico de primer orden que es, pero las redes organizadas de delincuentes se dedican principalmente a delitos de otro tipo, que tampoco se deben minusvalorar, todo lo contrario, como los atracos, butrones, estafas, tráfico de drogas... Las cuerpos policiales no pueden bajar la guardia. Lo que seguramente ha llevado al ministro a pensar en nosotros como el epicentro de las mafias internacionales es la densidad del blanqueo de dinero que se produce aquí. Y en eso, por desgracia, sí tenemos que darle la razón. Balears se ha convertido en foco de blanqueo para ciudadanos de todo el mundo, que encuentran aquí oportunidades fabulosas para hacerse con propiedades en las que «invertir» el dinero logrado de forma delictiva.

Quizá en este sentido sí sea más que necesario crear instrumentos de control como los que Aguilar está promoviendo, para que la presencia de estos indeseables entre nosotros no pase desapercibida, como ocurre en la actualidad.