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Con el inicio del curso en la educación Secundaria ya se ha completado el regreso a las aulas de miles de estudiantes baleares, en un proceso que todas las partes implicadas han calificado de «normal» y «tranquilo». Como cada año, aparte de las clásicas anécdotas y de algunas protestas puntuales, el engranaje educativo autonómico ha vuelto a funcionar con puntualidad y eficacia.

Sin embargo, hay de año en año problemas de base que no parecen abordarse con la suficiente seriedad. Pensemos que garantizar una educación adecuada, de vanguardia y al más alto nivel a nuestros hijos equivale no sólo a asegurarles a ellos un futuro digno, sino también procurar esa misma solvencia a la sociedad balear.

De ahí que resulte del todo insuficiente destinar al ámbito de la educación únicamente un 3 o un 3'5 por ciento del Producto Interior Bruto generado por las Islas. A resultas de esa escasez presupuestaria encontramos los eternos problemas a la hora de otorgar las plazas de escolarización a los niños que se incorporan al sistema educativo y, después, la presencia de un gran número de alumnos en cada aula, lo que a su vez repercute en la calidad de la enseñanza.

Por ello, aunque la formación del profesorado y el interés y el cariño con el que generalmente abordan su profesión son adecuados, la falta de medios puede provocar situaciones exasperantes.

Hay, pues, que exigir una mayor concienciación de nuestras autoridades hacia un campo, el de la educación, que es, ni más ni menos, que uno de los pilares de toda sociedad. En consecuencia, prestémosle la máxima atención y demos prioridad a sus necesidades para que el año próximo podamos percibir que la situación empieza a mejorar.