Un operario encargado de dirigir el tráfico, trabajando bajo un sol de justicia.

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Nunca llueve a gusto de todos. Con el calor ocurre lo mismo; mientras unos vienen a la Isla en busca del sol, otros temen ver el mercurio de los termómetros en lo más alto. Si hay alguien que teme el calor esos son aquellas personas cuyos oficios les obligan a trabajar a altas temperaturas. Los avances técnicos como el aire acondicionado están muy bien pero el truco para soportar temperaturas por encima de cuarenta grados durante horas está en «concienciarse y en beber mucha agua», afirma Andrea, pizzero del restaurante Sa Plaça de Alcúdia, que tiene el horno a 340 grados y que bebe unos ocho litros de agua al día. La misma solución emplea Elías, en cuya parrilla se alcanzan temperaturas de hasta 60 grados. Afirma que «la única solución para refrigerar el cuerpo es bebiendo agua fría». Este verano ha perdido unos quince kilos.

Isabel, Ilda y Elvira, cocineras en Alcúdia, apuestan por reír para superar las altas temperaturas del verano más los diez grados que hay que añadir de la cocina. Elvira tiene grabados en su mente los dos días en los que estuvo estropeado el aire acondicionado y estaban a cerca de cincuenta grados. Esos días acabábamos un pedido y teníamos que salir a coger un poco de aire», afirma.

Esos problemas técnicos no les pueden pasar a Antonia Comas, Pedrona, Xisco y Toni, una familia de agricultores de sa Pobla que cada día trabajan el campo bajo un sol de justicia. Cuanto más aprieta el sol, mejor se recoge la cebolla reca. «Se nos caen las gotas de sudor, acabamos con la ropa sucia y empapada, pero si no hacemos nosotros este trabajo no lo hará nadie», afirma Antonia, la abuela de la familia. Douglas y Roberts pasan entre 11 y 13 horas dirigiendo el tráfico. «Somos de Ghana, estamos acostumbrados al sol, pero aquí es mucho peor porque no sopla tanto viento y porque es un trabajo duro y peligroso», señalan.

Tolo Llabrés
(texto y fotos)