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Como si de una maldición bíblica se tratara, la amenaza de huelga planea siempre sobre la actividad turística balear en cuanto comienza la temporada alta. Pero esta vez la solución no ha sido posible y los sindicatos han conseguido movilizar a sus trabajadores en una huelga del sector de la limpieza que ha dejado la imagen del aeeropuerto de Palma por los suelos.

De los seis puntos en conflicto entre patronal y sindicatos del convenio, cinco han sido aprobados -incluyendo jubilaciones, salarios y otros aspectos importantísimos-, quedando en suspenso el asunto de los dos días de libranza consecutivos, en el que no se ha alcanzado acuerdo satisfactorio para todos.

Y éste ha sido el motivo por el cual CCOO y USO -UGT decidió quedarse al margen por considerar satisfactorio el acuerdo- han convertido el aeropuerto de Mallorca en un auténtico vertedero de basuras.

Sabemos, y lo hemos defendido siempre, que cualquier trabajador tiene derecho a la huelga y a la protesta como medida de presión para conseguir cuantas mejoras laborales considere necesarias. Pero una cosa es iniciar una huelga, es decir, que los empleados de la limpieza dejen de limpiar, y otra muy distinta dedicarse a ensuciar deliberadamente los espacios que se encuentran en buenas condiciones. Especialmente si esos espacios son de obligado paso para cientos de miles de pasajeros que nada tienen que ver con el conflicto laboral en cuestión y que son quienes pagan las consecuencias del desastre.

Con huelga o sin ella, es de exigir un comportamiento cívico a todo el mundo y los «piquetes» no lo han tenido en esta ocasión. Quizá hoy, cuando termine la huelga, se esmeren con idéntica energía a la hora de arreglar el desaguisado.