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Aunque parecía casi imposible, en este verano de 2005 ha «caído» el último ministro de Franco que todavía continuaba en la política activa: Manuel Fraga, de 82 años. Con la derrota -aunque ganador en votos no ha podido revalidar la mayoría absoluta que le hubiera permitido seguir ocupando la presidencia de la Xunta gallega-, otro histórico de la política de nuestro país deja la primera línea, aunque, por el momento, continuará en la oposición. Es una despedida, pero no es momento para la tristeza. Muy al contrario, la más sana ley de la democracia es la alternancia y ahora, después de 24 años de dominio conservador en Galicia, se abre la puerta al cambio. Que no sea la puerta más grande -tienen que formar un gobierno de coalición socialistas y nacionalistas- es lo de menos. De hecho, la alternancia en el poder es el signo más claro de un buen funcionamiento de la democracia.

Ahora se abren varios interrogantes: el programa del próximo gobierno, si habrá o no renovación en el PP gallego, si Fraga se verá desplazado por un sucesor más joven, si el PP nacional se verá afectado (sólo gobernará en siete de las 17 autonomías), hasta dónde llegará el entendimiento entre socialistas y BNG...

Así las cosas, sólo cabe esperar. De hecho, Mariano Rajoy ya ha dicho que es partidario de dejar que pase el verano para plantearse las cosas después. Una táctica previsible, dado que el período estival supone una pausa en la frenética actividad política de los partidos, aunque no sería bueno para el PP que su líder no aprovechara este tiempo para diseñar un futuro más halagüeño para su formación que le permita afrontar con ciertas garantías las próximas convocatorias electorales y recuperar el terreno perdido.