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Lo podía haber dicho más alto, pero no más claro y la verdad es que ya era el momento de que alguien con autoridad en la materia llamara a las cosas por su nombre. «El modelo turístico balear ha tocado techo», dijo el president del Govern, Jaume Matas, ante empresarios y políticos el miércoles en un foro económico. Es algo que todos sabíamos pero que pocos se habían atrevido a decir con tanta contundencia.

Que habrá cambios en la economía de las Islas fue la siguiente y tajante afirmación. En un acto de valentía, el president puso las cartas sobre la mesa, no para crear alarmismo, sino para sentar las bases de una serie de transformaciones que deberemos asumir más pronto que tarde. Es toda la sociedad balear la que está implicada en este proceso y cuanto antes se emprendan las acciones necesarias para salir airosos de este trance, mejor.

En un mundo globalizado y excelentemente comunicado, donde cualquiera puede plantearse visitar y disfrutar de todos los rincones del planeta con relativa facilidad y a un precio razonable, Mallorca, Menorca y las Pitiüses deben ofrecer algo más. Ese plus que nos ha distinguido siempre: hospitalidad, seguridad, calidad y, sobre todo, un paisaje y una forma única de ver y vivir la vida. Así que el reto está, así lo reconoció Matas, en apostar por la calidad, y por ello ha puesto los cimientos de una serie de infraestructuras necesarias para el futuro.

Un objetivo, éste, que no todos tienen en mente. El crecimiento desaforado de la población y del consumo de recursos -paisaje, energía, agua, tranquilidad...- son indicios de que muchos todavía se plantean el progreso en términos cuantitativos y a muy corto plazo, sin pensar que la mejor inversión requiere miras más largas.