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PEDRO PRIETO
Tenía previsto viajar a Roma hoy, en barco, desde Barcelona, y resulta que me encuentro en Roma desde ayer por la tarde-noche. Es la grandeza del periodismo. A veces, incluso improvisando, salen bien las cosas. Y digo improvisando porque ayer a las once de la maana no tenía ni idea de que esta pasada noche la iba a pasar en Roma. Sin embargo, algo más de una hora después me encontraba volando de Palma a Madrid para enlazar con el avión de Air Europa que iba a Roma. ¿Que cómo está Roma? Según me cuentan los que han andado por el centro, petada. A tope de gente llegada de todos los países del mundo. El párroco de Valldemossa me decía que no se puede entrar por la Via de la Concilliazione. Y otro mallorquín de Valldemossa contaba que como quienes están organizando el funeral del Papa se las ven venir, es decir, que el viernes no cabrá nadie en un kilómetro a la redonda de San Pedro, han puesto pantallas gigantes para que se pueda seguir la ceremonia desde lejos. Y es que el Papa más mediático de todos ha colapsado esta urbe ya de por sí colapsada. Hoy empiezan a aterrizar vuelos chárter, y he leído que los trenes, desde las distintas provincias italianas, van a llegar multiplicados por tres respecto a días ordinarios.

Desde ayer a mediodía se encuentra en la Ciudad Eterna un grupo de valldemossins, más de 80, al frente de los cuales está su alcalde, Joan Muntaner. Han venido también el párroco de Valldemossa, Antoni Dolç, y los sacerdotes hijos de Valldemossa Bruno Morey, Toni Mercant y Llorenç Lladó (rector de Felanitx), así como dos religiosas, sor María y sor Francisca, y dos ermitaños, Gabriel y Benet. En dicha comitiva también están Antoni Serra, presidente de s'Institut de Serveis Socials i Esportius; Dolors Alemany, directora de Promoció Sociocultural, y Antoni Contestí, director general de Relacions Institucionals del Govern Balear. El resto es gente de a pie, devotos de Catalina Thomàs, que con tiempo habían planificado esta excursión a Roma con el fin de conmemorar el 75 aniversario de su beatificación, y de paso ser recibidos en audiencia por Juan Pablo II, y el destino ha querido que, a punto de iniciar el viaje, éste haya muerto.

La expedición mallorquina, que se hospeda en el convento de monjas Villa Leticia, que dirigen las hermanas Hijas de María Madre de la Iglesia, asistió a misa oficiada por los sacerdotes hijos de Valldemossa. Para hoy está previsto un almuerzo con el embajador español en la Santa Sede, el mallorquín Dezcallar, después de ser recibidos en audiencia por él. En la noche de ayer, después de la misa, algunos mallorquines del grupo se dirigieron a El Vaticano con la intención de poder acercarse a la plaza de San Pedro, en donde las colas para despedir al Papa llegaban ya a las once horas de espera. La Ciudad del Vaticano está desbordada por miles de personas que quieren despedir a Juan Pablo II. Entre esa multitud, los mallorquines también quieren estar presentes.