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Que Francesc Antich, líder de la oposición en Balears, consiga un compromiso por parte del Gobierno central para realizar millonarias inversiones en las Islas es una buena noticia. Y, sin quitarle el mérito que sin duda tiene la negociación llevada a cabo en Madrid, no se puede olvidar que se ha hecho de espaldas al Govern. En Balears gobierna, con mayoría absoluta, el Partido Popular. Suya es la responsabilidad de gobernar. Prometió autopistas y las está construyendo, cumpliendo su compromiso electoral, pero confiando en que recibiría financiación del Estado, una ayuda económica que hasta ahora no ha llegado. Finalmente, el Gobierno central accede a enviar dinero, pero siempre que ese dinero no vaya a parar a las vías que promueve, por su cuenta, el Ejecutivo autonómico. Una jugada digna de Maquiavelo: los millones serán para los Consells, sin dejar que el partido rival -el PP- toque un euro.

Ahora el president del Govern, Jaume Matas, tendrá que decidir si acepta este nuevo convenio de carreteras, propuesto por el Gobierno central con la 'complicidad' del PSOE balear, del que se le ha excluido a él y a su partido. O se aferra a los pactos que firmó con el anterior Gobierno de José María Aznar y que hoy están en el aire. ¿Podrá pagar Balears las nuevas autopistas actualmente en obras sin recibir ninguna ayuda de Madrid? ¿De qué forma se resentirá la tesorería del Govern? ¿Podrá hacer frente a todos los gastos? Antich ha puesto en un difícil brete a Matas. Y, una vez más, se enrarece el clima político balear. La ciudadanía ya está harta de estos enfrentamientos, que ponen en evidencia la endeblez de nuestra autonomía. Ésta es la realidad: Balears no tiene dinero para pagar más escuelas, hospitales y carreteras. Hay que pedirlo al Gobierno central, que, con todo el poder de los Presupuestos Generales del Estado, puede imponer sus condiciones. O esto o nada.