Los villancicos populares suecos interpretados por el coro de los alumnos del colegio sueco de Palma, presididos por la joven Emelie Norhagen, inundaron ayer el luminoso espacio de la Plaça de Cort . Foto: T. AYUGA

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La luz de Santa Lucía aumentó ayer la iluminación navideña de la Plaça de Cort y llenó de emoción al numeroso público que allí se congregó a través del grupo de alumnos del colegio sueco de Palma, que celebraban esta fiesta. A las ocho de la tarde la banda Municipal de Palma ofreció un pequeño concierto para amenizar la espera de los alumnos mientras el público visitaba el mercadillo sueco con objetos navideños, donde se pudo degustar el típico vino caliente especiado conocido como Glögg y dulces. La comitiva de Santa Lucía, vistiendo túnicas blancas y encabezada por su representante, Emelie Norhagen, tocada con corona con velas, llegó hasta el Ajuntment, donde fue recibida por la alcaldesa de Palma, Catalina Cirer; la princesa Birguitta de Suecia; la cónsul de Suecia, Els Marie Erikson, y el cónsul de Estados Unidos, Tumy Bestard, y su esposa, Olga Llallested. En la Plaça de Cort interpretaron villancicos populares tales como Natten gar tunga fjät, Goder afton morgon, Det stralar en stjärna, Stilla natt,Jingle bell's, We wish You a merry Christmas, y en españoCampana. El coro estuvo acompañado al órgano por Anna Mogren, de la iglesia sueca.

La celebración se inició ya por la mañana. Los alumnos de 3 a 5 años, y los de los cursos primero, segundo y tercero de Primaria del colegio sueco de Palma, ubicado en Villa Schembri, a la vera de Gomila, celebraron la festividad de Santa Lucía. En esta ocasión encarnó a la santa la mayor de los alumnos de estos cursos -así también lo manda la tradición-, Saga Landström, hija de los dueños del hotel Portixol. Pasadas las diez de la mañana, Santa Lucía apareció acompañada de su séquito. Vestía de blanco y lucía sobre su cabeza la coronita con velas, que de acuerdo a la tradición tienen su significado: Lucía de Siracusa ocultaba a los cristianos que huían de los romanos. Para tener las manos libres cuando les llevaba comida a sus escondites, situados en los lugares más ocultos de la ciudad, se construyó esa corona con velas, que encendía para iluminarse, y con las manos libres llevaba la comida correspondiente. También las velas son símbolos de la luz, algo de lo que están tan necesitados los suecos en estas fechas del año, en las que prácticamente se pierde de vista el sol, que como mucho asoma en el horizonte durante pocas horas al día.

Amalia Estaben /
Pedro Prieto