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Auténtica bofetada en la cara de los gobernantes de Balears y, a la postre, de sus ciudadanos. Éste es el regalo navideño anticipado que nos han traído desde los Ministerios de Fomento y de Medio Ambiente. El primero anunciando que da por finiquitado el convenio de carreteras que permitiría ejecutar obras consideradas de primer orden por el Govern de Jaume Matas y que ahora, de cumplirse la amenaza, quedarían sin financiación estatal. Es decir, en papel mojado. Y el otro, dejando caer todo un rosario de perlas sin desperdicio: adiós a la rehabilitación de Raixa como sede de Parques Nacionales, adiós a la Falca Verda de Palma y adiós a algunas obras proyectadas en el litoral.

Al famoso «talante» de los socialistas empiezan a salirle aristas. Y bien afiladas. Claro, con las promesas de inversiones aquí y allá, las cuentas no cuadran en los Presupuestos para 2005 y hay que hacer recortes. ¿Dónde? Donde ellos consideran que hay proyectos faraónicos que no son «prioritarios».

Ésa es la única explicación lógica para tan negativa actitud ante una serie de aspiraciones de Balears que, naturalmente, tenían que contar con dinero de Madrid para salir adelante.

Desde allí justifican en una serie de irregularidades la decisión tomada y aseguran que la puerta sigue abierta para la negociación, pero desde aquí el panorama se contempla como una auténtica bofetada.

De nuevo las rencillas partidistas envenenan las relaciones entre el poder estatal y el autonómico. Y, como siempre, los ciudadanos volvemos a mirar hacia esas altas esferas con ojos de perplejidad. ¿Quién pagará las obras? ¿Debemos renunciar a mejores carreteras, a paseos marítimos y al gran parque palmesano? Pues no, debemos exigir firmeza, transparencia y, desde luego, el dinero que nos corresponde. No en vano somos los que más aportamos al Estado en impuestos.