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Tras haber avistado las primeras islas del archipiélago de las Shetlands del Sur, decidimos descender a una de ellas: isla Pingüino, perteneciente a la isla 25 de mayo. O si lo prefiere, isla King George, que es como la denominan los ingleses. Es una isla no muy grande, no totalmente cubierta por la nieve, con una playa de piedras redondas de color negro, en la que viven en comunidad focas y pingüinos. No está mal para empezar.

Para llegar a la playa de piedras redondas de color negro tardamos cinco minutos. A nuestras espaldas queda envuelto en una neblina el «Ushuaia», con la bandera de Mallorca en el mástil de proa, una deferencia que tiene para la isla el capitán del buque, Jorge Aldegheri. «Déjela el tiempo que quiera», nos dijo tras haberla izado un par de horas antes. Ya en tierra, nos encontramos con la foca, que, en solitario, sobre un lecho de nieve trata de acomodarse sin preocuparle para nada nuestra presencia. Comienza a llover, a la vez que el mar se encabrita. Es lo típico de la Antártida.

El clima es capaz de cambiar en cinco minutos. De calma chicha a la tormenta se pasa en segundos. Así que nos avisan que volvamos a la lancha. «Esto se va a poner muy mal», nos dice alguien. Y así es. Arrecia la lluvia y la mar se pica más si cabe. En cinco minutos estamos a bordo. Empapados. Menos mal de la ropa impermeabilizada que llevamos nos ha protegido algo, que si no... A las ocho cenamos. Y durante la cena, le entregan al catalán Toti la botella de vino por haber sido quien ha avistado antes que ninguno hielo sobre el mar.

Pedro Prieto (La Antártida)