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Lo de Carod Rovira ha creado un revuelo que seguramente tendrá consecuencias de aquí al 14 de marzo y quizá incluso después. Todos los partidos, con excepción de ERC, han coincidido en calificar de gravísimo error los contactos de Carod con ETA, pero si un partido se ha destacado por sus críticas ha sido el PP. A los conservadores les favorece sobredimensionar el asunto para tratar de dañar lo más posible a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien parece acompañar la mala suerte, y de paso intentar destrozar el Gobierno catalán de izquierdas.

Finalmente Pasqual Maragall ha sabido conjugar la habilidad y la astucia para salir del trance sin caer malherido ni él ni su gobierno. Maragall ha adoptado una solución salomónica: destituir a Carod de su cargo de conseller en cap y de todas sus competencias, pero mantenerlo como miembro del Govern. Ésta era la solución de Maragall, que complacía parcialmente al PSOE pero que era totalmente insuficiente para el PP. Sin embargo, minutos después de la declaración pública de Maragall se produjo la gran sorpresa: Carod anunciaba que sería el candidato de ERC en las elecciones generales, lo que implica su cese como conseller. Una salida inesperada que constituirá un balón de oxígeno para el Gobierno tripartito.

Un político de la experiencia de Carod debería haber previsto las consecuencias de sus actos y no ignorar que el poder tiene sus resortes secretos. Es obvio que a pocas semanas de las elecciones al Gobierno le venía como anillo al dedo que se publicara esa información, que ha supuesto una auténtica conmoción en España.

Carod ha arrastrado a Maragall y, por extensión, a Zapatero. Habrá que ver cómo evolucionan los hechos en los próximos días. Visto el estropicio provocado por el líder de ERC, la anunciada marcha del líder republicano a Madrid es la mejor solución. Reconduce la situación política, salva al Gobierno catalán de su destrucción apenas 40 días después de su constitución y deja en manos del electorado barcelonés el rechazo o el respaldo a la actuación de Carod.