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Aprovechando el viaje que han hecho a Madrid con el fin de continuar la campaña en favor de su hijo, esposo y hermano, preso y condenado a muerte en la prisión de Starke (Florida), Cándido Ibar, Tania y Michel han venido a Mallorca a pasar el fin de semana. Porque como les he contado en numerosas ocasiones, Cándido ha estado vinculado con la Isla debido a que aquí hizo el servicio militar -concretamente en Son Banya, Artillería Antiaérea, como quien suscribe- y fue pelotari en el desaparecido Frontón Balear.

Fue en 1965, de lo cual ha llovido. Sin embargo, se acuerda, tanto que ayer, durante la visita que hicimos al citado cuartel, completamente desmantelado ya -dicen que será la escuela de la futura policía autonómica y sede del 112-, nos fue señalando dónde estaban la cocina, el comedor y las oficinas (ya desaparecidas), la plana mayor y el botiquín (ambos pabellones aún en pie), el pequeño frontón, a la entrada -«donde nos pasaban revista a la hora de salir; debíamos ir impecables, aunque luego, por el camino que conduce a la carretera de Manacor, como no estaba asfaltado, nos poníamos las botas perdidas de polvo»-, el cuerpo de guardia (recliclado), la explanada donde hacían instrucción «y en la que había unos enormes cañones antiaéreos» y la piscina, de la que hoy queda el hueco.

Mientras íbamos de un lugar a otro, que él mostraba a Tania y a su hijo, nos recordaba a los sargentos Beceiro, Rosales y Barceló, al brigada Riera, al comandante Pons... «Me acuerdo que el anterior grupo de voluntarios al nuestro hizo la instrucción aquí, mientras que nosotros fuimos los primeros que la hicimos en el campamento General Asensio»

Pedro Prieto