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La séptima edición de la Diada de Mallorca ha venido marcada este año por el cambio político registrado el pasado 25-M. En los cuatro años anteriores, Maria Antònia Munar aprovechaba su discurso para leer la cartilla a sus socios de pacto, marcando su propio territorio ideológico y explicitando sus diferencias con el Govern. En esta ocasión, por razones obvias, ha sido diferente.

Munar afirmó en su parlamento que después de cuatro años de un Govern de izquierdas ahora tenemos un Govern de derechas. La presidenta pasó por alto un pequeño detalle: Balears tuvo un ejecutivo autonómico de izquierdas, de 1997 a 2003, porque UM así lo decidió. Pero para Munar eso es el pasado y a ella le importan el presente y el futuro.

Se preguntó si el vuelco electoral implicará un cambio radical en Mallorca. Y contestó que no, aludiendo al sentido común de los mallorquines. Efectivamente, no se esperan cambios profundos con el PP como no los hubo con el Pacte, salvo los gestos para complacer a las respectivas clientelas. Los «problemas históricos» siguen sin resolverse. No los resolvieron ni el Govern de Antich, ni los anteriores ejecutivos del PP.

No obstante, ahora se dan las circunstancias políticas adecuadas para acometer grandes cuestiones pendientes, pero, como dijo Munar, sin dar un paso atrás en la protección del patrimonio natural y de la identidad de Mallorca como pueblo.

Aportando un mensaje positivo, la presidenta hizo el discurso que debía hacer. Quiso subrayar que el pacto con el PP no significa un abandono de sus reivindicaciones en lo que respecta a la defensa de nuestra cultura y lengua. Frente a tesis más pesimistas, afirmó que el catalán o mallorquín -llámenle como quieran, vino a decir- vive uno de sus mejores momentos. Y es cierto, aunque también lo es que queda muchísimo por hacer. En este sentido, fue muy apropiado el homenaje a Francesc de B. Moll. Todos los mallorquines tenemos una gran deuda con un hombre que dedicó su vida a preservar la lengua de esta tierra. Fue todo un símbolo de la Diada.