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Un intenso olor a incienso, un silencio conmovedor y los cantos de los salmos crearon el ambiente sobrecogedor en que se produjo la entrada en la Seu de los restos mortales del obispo de Mallorca. El reloj marcaba las doce del mediodía cuando fieles, eclesiásticos y autoridades o enmudecieron al paso del féretro.

En las filas preferentes, la familia de don Teodor y las primeras autoridades políticas de Balears; a la cabeza el presidente del Govern balear, Francesc Antich, y el presidente del Parlament, Maximiliá Morales, acompañados de consellers y diputados. También una representación de las Fuerzas Armadas, Guardia Civil y Policía Nacional. Las corporaciones del Consell de Mallorca y de Cort llegaron presididas por maceros, que vestían el traje de luto, con capas y crespones negros y las mazas recubiertas por una malla del mismo color.

No faltaron los delegados de Gobierno en Balears, Miquel Ramis, y la Comunidad Valenciana, Juan Cotino, ni diversos representantes del Ejército, así como de la Iglesia Ortodoxa de Mallorca. También asistieron a la misa exequial el nuevo rector de la Universitat balear, Avel.lí Blasco, junto a vicerrectores de su equipo como Merçé Gambús y Juan Antoni Mesquida; el presidente del Grup Serra, Pere A. Serra; el abogado Rafael Perera; el delegado general de La Caixa en Balears, Conrado de Villalonga; o Fernando Rotger y Rosa Regui, propietarios de la Clínica Rotger, donde el obispo fue ingresado hace unas semanas y donde falleció el domingo pasado. Junto a ellos, se sentaron Alfonso Ballesteros, presidente de la Real Academia de Medicina de Balears y médico del obispo, y las monjas de la Clínica Rotger.