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Toni Riera y Aurelio Santamaría son, seguramente, dos de los funcionarios del Parlament más veteranos, pues llevan trabajando en él desde 1983 (desde agosto el primero y a partir de septiembre el segundo), aunque no en los cargos que ocupan en la actualidad, jefe de seguridad y mayordomo, respectivamente, ya que ambos comenzaron como chóferes, Toni, del president, y Aurelio, al menos al principio, iba alternando con otros colegas la autoridad a trasladar.

Aparte de discreción y prudencia, ambos cargos requieren mucha vista y tacto, además de retentiva y memoria, pues hay que saber quién es quién, no confundirse de diputat, o hacerlo las menos veces posible, «para lo cual tenemos este libro -Toni muestra el libro del Parlament, que abre por las páginas en que están las fotografías de sus señorías, por cierto muy buenas-, que a base de mirarlas, sobre todo los primeros días de legislatura, y de retenerlas, terminamos sabiendo qui es qui. ¿Que cómo son ellos? En lo que respecta a su trato hacia nosotros, son personas muy educadas y correctas».

-¿Se oyen muchas cosas en un coche oficial?

-A veces, sí -responde Aurelio-, pero tu no las escuchas. O al menos tienes la obligación de no oír nada.

Riera comenta que siendo chófer de Cirerol, se subió en el coche Fraga Iribarne, «que tenía la costumbre de sentarse al lado del conductor, o sea, a mi lado. Fraga me miró, miró luego a Cirerol y le preguntó, señalándome: «¿Es de confianza?». Cirerol asintió: «Es de los míos».

-¿Y qué sucede cuándo en el coche va el presidente con una autoridad extranjera y ninguno de los dos habla el mismo idioma?

-Pues una vez en el coche coincidieron Gorbachov con el presidente. ¿Solución al problema del idioma? Se subió un intérprete.

Aunque dicen que podrían escribir un libro de anécdotas, está claro que mientras estén en activo no lo van a hacer, entre otras cosas porque de la discreción y la prudencia han hecho sus virtudes más importantes. Pero seguro que han visto, y escuchado, muchas cosas a lo largo de tantos años.

Ambos son funcionarios de carrera, por oposición. Vamos, que la plaza es suya, y aunque la de Aurelio, que como hemos dicho es la de mayordomo, es cargo de confianza, no hay duda de que ha gozado, al menos hasta la fecha, de la confianza de tres presidentes, «lo cual para mí -dice- es un honor».

Toni es jefe de seguridad desde 1991, mientras que Aurelio accedió a la plaza de mayordomo en 1993. «Cada vez que hay elecciones, pongo el cargo a disposición del nuevo presidente. Afortunadamente todos me han dicho que me quedara».

¿Qué diputados son los más antiguos? Los dos los conocen muy bien. Vamos, es que no dudan en señalar como los más veteranos de la casa, tanto que están en ella desde la primera legislatura, a Jaén Palacios, Maria Antònia Munar, Marí Calvet, Joan Huguet y Joan Verger. ¿Y Tirso Pons? Porque mira que lleva años Tirso ahí, eh. «Pues no. Él no estuvo en una de las legislaturas». Lo dicho, son como dos computadoras.

La misión del mayordomo es tenerlo todo a punto, desde la correspondencia a la prensa. Allí dentro no se mueve un papel sin que él lo sepa. Con su equipo procura que todo esté en orden, que las fotocopias lleguen a tiempo al lugar al que deben llegar, que los ordenanzas estén al tanto de todo, etc.

Por su parte, la del jefe de seguridad es controlar quién entra, quién sale, si alguien se queda dentro, que a veces ha ocurrido -un par de veces cuando habían cerrado, se oyeron palmas de un diputado que se había quedado en su despacho y no podía salir del edificio hasta que el vigilante nocturno le abrió la puerta-; controlar los accesos, vigilar el edificio de noche, cuando cierra, o en los días de fiesta y domingos (se queda un vigilante siempre con todas las alarmas y medidas de seguridad en marcha); procurar que los circuitos cerrados de televisión, escáners y detectores de metales, etc, funcionen. Y todo funciona, todo está correcto. ¡Vaya que si lo está! ¿Que si algún caco ha entrado de noche? Nunca. Como mucho algún gato que se cuela por cualquier resquicio (una vez entró uno y se pasaron cuatro días tras él hasta que lo pillaron). «Porque -dice Toni- ¿qué ladrón va a entrar aquí si sabe que el edificio está muy vigilado, tanto de día como de noche, y que encima no hay dinero, sólo papeles, y estos están bien guardados?».

¿Puede haber espionaje entre partidos? es decir, ¿puede meter las narices el PSOE, por poner un ejemplo, en los papeles que deja el PP en su despacho, o UM en el de los Verds? Imposible. Al final de la jornada los despachos se cierran y las llaves se guardan en una caja que se queda en el departamento de seguridad. «Quien quiera la llave la ha de pedir, y uno de un partido no va a pedir la del otro, ¿no? Además, cuando se abren las puertas de cualquier despacho ese movimiento queda registrado en el ordenador», señala Riera.


Pedro Prieto
Fotos: Click