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La procesionaria devora el bosque de Bellver. La plaga afecta a la práctica totalidad del parque municipal y la mayoría de árboles están infestados de bolsas llenas de las temibles orugas urticantes. El último período de sequía y el ataque de estos insectos han debilitado de forma preocupante el pinar, que ahora también puede verse afectado por eTomicus, el escarabajo que mata estos árboles.

En algunas áreas, como la falda sur, colindante con los barrios de el Terreno y Son Armadans, o en torno a las dependencias de la Policía Local, la defoliación ha cambiado el habitual color verde del parque por el mustio de la muerte. Centenarios pinos de más de veinte metros de altura han perdido ya todas sus hojas y muestran una imagen alarmante, con sus ramajes secos o arrasados. Miles de orugas invaden los caminos y pasamanos de los senderos públicos que discurren entre los portales de las calles Polvorín y Camilo J. Cela.

Esta situación, que preocupa especialmente a los vecinos y visitantes, se pone de manifiesto nada más franquear el primero de estos accesos. Apenas llegamos al parque infantil, encontramos a una niña llorando que manifiesta un fuerte escozor: «Me han picado las orugas», dice, mientras abandona el recinto con sus padres visiblemente indignados, que manifiestan: «Los niños vienen aquí para divertirse, no para pasarlo mal».

Y es que los insectos ya han «tomado» los neumáticos de los columpios, la escalera del tobogán y hasta los bancos adyacentes. Por si ello fuera poco, tampoco es posible asirse a las barandillas de madera recientemente instaladas, por haber sido escogidas por procesiones de hasta 20 insectos enganchados, que deambulan a su antojo ante el asombro de los presentes, sin que pudiéramos observar en aquel momento ninguna actuación municipal. Frente a tal situación de aparente indefensión, algunos ciudadanos la emprenden a pedradas o garrotazos contra los bichos.

Pero eso no es más que la antesala del verdadero trauma ecológico que afecta al pulmón verde de Palma. En algunas áreas el bosque ha perdido ya tal condición y los calveros originados por la desaparición generalizada de amplios grupos de pinos, ha alterado el paisaje, adquiriendo un aspecto árido y devastado. Diseminadas, hallamos algunas trampas rotas y caducadas.

Gabriel Alomar