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Los inspectores de la ONU han presentado sus impresiones ante el Consejo de Seguridad de la ONU acerca del proceso de investigación que están llevando a cabo desde hace dos meses sobre el armamento almacenado en tierra iraquí. Aunque aseguraron que la cooperación por parte de las autoridades ha sido aceptable, afirmaron que no existen, de momento, pruebas de que el régimen de Sadam Husein esté violando las reglas en cuanto a armas prohibidas de destrucción masiva, y pidieron un plazo razonable -hablaron de meses- para continuar sus trabajos. Algo que desde Europa han exigido también los gobiernos de los distintos países de la UE, que en esta «aventura» están demostrando una firmeza y una convicción casi sin precedentes al enfrentarse sin complejos a las pretensiones norteamericanas.

Nos encontramos así en una situación compleja en la que, de nuevo, los Estados Unidos parecen querer asumir el papel de policía del orden mundial, un orden que seguiría los criterios de la propia Casa Blanca en las regiones mas recónditas -con los sondeos en contra- y, a la par, con una Organización de las Naciones Unidas que no tiene la capacidad suficiente para hacer que se cumplan las reglas del juego. España, lamentablemente, ha estrenado su ansiado sillón en el Consejo de Seguridad con una actitud ambivalente, en la que se dice defender la paz mientras se ofrecen las bases militares para cooperar con la guerra.

Al tiempo, los Estados Unidos siguen enviando tropas y material bélico a la zona, las negociaciones se dilatan y el desenlace se hace esperar. Quizá quienes hablaban de una guerra en febrero estén en lo cierto y, en realidad, esté todo previsto y autorizado, por más que la «vieja Europa» patalee y prefiera hablar de una oportunidad para la paz.