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Nos referiremos aquí esencialmente a la imagen más conocida de este elemento geométrico, la que se ve representada por ejemplo en la pirámide de Keops de la ciudad egipcia de El Cairo. En su raíz lingüística está su significado más profundo. «Pir» significa Fuego, y la pira es la hoguera en la que queman aquello que se tiene la intención de transformar o purificar.

Este aspecto viene dado por la conjunción de formas diferentes que sumadas dan un aspecto de totalidad. Dos son los polígonos básicos: el cuadrado, que forma la base de la Pirámide, y el triángulo, que forma, en número de cuatro, sus lados. El cuadrado representa la Tierra, la quietud y la estabilidad. A partir de esta surgen los triángulos, formas que representan la dinámica en equilibrio y tanto la posibilidad como la aspiración a una superación.

La Pirámide expresa la totalidad de la empresa humana; la necesidad y la sabiduría que de esta emana, como conexión con la evidente necesidad de conservación, tarea básica y por lo tanto al mismo tiempo obligada y sublime, y la aspiración a una elevación, una comprensión del sentido y la dirección de las cosas que suceden, representada por el vértice superior.

La Pirámide es la expresión geométrica de la obra humana, de nuestro estar en el mundo. Tanto si se utilizaban como manifestación de creencias religiosas, ritos mágicos o mortuorios, la Pirámide es un grito en piedra de la afirmación de la totalidad del ser humano. Nada tan protector y purificador que el poder sentir la realidad de algo que los más avezados sienten como un potencial y algunos se atreven a experimentar, sin para ello tener que cambiar nada, como una realidad que siempre había estado ahí. El ser humano es completo en sí mismo y los condicionamientos que le individualizan son los cauces para la manifestación concreta. Esta afirmación esencial tiene en sí misma todos los ingredientes de sobriedad propios de lo cercano y sencillo.

Frederic Suau.