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Es una de las más vivas y dinámicas imágenes que nos trasmiten la fuerza y la prudencia necesarias. Si no respetamos los límites, la garra puede desgarrarnos. La simple idea de ese desgarramiento alude a un dolor que difícilmente cicatriza. Existe un miedo atávico al poder y la fuerza. Nuestra cultura nos invita a la blandura, el sacrificio y la inmolación; la compasión está en poner la otra mejilla, no en la agresividad, el antagonismo, el enfrentamiento.

Después, en muchas ocasiones cuando ya es tarde, comprobamos que muchas veces la salud, el respeto y la ternura, no sólo con uno mismo sino también con el otro, se produce gracias a nuestra posición de fuerza, de seguridad. Y en ese poder sacar y mostrar las garras está el respeto hacia el otro, hacia su autonomía y fuerza, considerándolo un igual, con su propio territorio a proteger.

Nos han enseñado a relacionar, a creer que son sinónimos, las ideas de fuerza y crueldad. De ahí que sea tan difícil ponernos límites a nosotros mismos y podérselos a los demás, especialmente a los menores. Las garras no sólo son patrimonio de los felinos, también las águilas, las aves rapaces, tienen garras. Podemos sentir la amenaza que representan aún cuando están en reposo. La garra atrapa o desgarra, pero sobre todo, advierte de que hay un punto límite que invita a la prudencia.

Quien se inmola lo hace en un acto de arrogancia imprudente; ocupa un lugar que no le pertenece. Y cuando alguien pretende que nos desplacemos hacia el lugar o la tarea que no nos incumbe, tenemos que recordar que también, como el indomesticable felino, como el ave, tenemos esa herramienta autónoma en el gesto y la palabra. Nos sirve para atrapar y no soltar. Será una decisión propia que nos permite cotejar la medida en que nuestros deseos y necesidades están por encima o no de nuestras fuerzas. Aguerrido, guerrero, tienen cadencias fonéticas de las acuchilladas garras de los indomables. Hasta el trato con el domado halcón se basa en la experimentada prudencia de quien se ha ganado su confianza.

Frederic Suau