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Cuando hablamos de discapacitados, muchas veces pensamos inconscientemente que se trata de una minoría y como tal se la suele tratar. En España hay más de tres millones y medio de personas con alguna discapacidad, lo que supone el nueve por ciento de la población y casi un 70 por ciento de ellos tiene más de 65 años. O sea que, en efecto, constituyen una minoría, pero de proporciones considerables y muy vulnerable.

De ahí que siga celebrándose en todo el mundo el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, para que al menos por un instante nos detengamos a pensar en la vida, en las oportunidades y en los derechos de estas personas que se ven sometidas a obstáculos muchas veces insalvables.

Basta recorrer cualquier ciudad para percatarse de las enormes barreras que encuentran a diario quienes van sobre una silla de ruedas, basta mirar las listas del desempleo, basta contemplar la renta de la que dispone la mayoría de ellos... todo lo tienen en contra y en demasiadas ocasiones ni siquiera cuentan con el respeto y la solidaridad de los demás.

No se trata, como se hacía antaño, de establecer sistemas de beneficencia. Estos ciudadanos tienen derechos como los demás y deben contar con el respaldo incondicional de la sociedad y de las leyes. Si ya existe un plan especial de empleo deben incorporarse nuevos ámbitos para evitar la discriminación o el abandono a su suerte de quienes no cuentan con todas sus capacidades al cien por cien. Todas esas medidas deberían cumplirse si cabe con más eficacia y empeño en el caso de las personas mayores discapacitadas y de los niños, que deberán tener ante sí toda una vida llena de oportunidades, como los demás.