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Un año más la cena de Fomento del Turismo de Mallorca, que cumplía este año nada menos que su edición número 97, se convirtió en un acto propicio a la polémica. El presidente de la entidad, Miquel Vicens, aprovechó para lanzar toda una serie de dardos envenenados contra las autoridades turísticas. Como «un año muy difícil» describió este 2002 que ahora termina, protagonizado por la ecotasa y que ha dado un resultado «claramente negativo».

Sólo fue el principio, porque después de hablar de «suicidio económico de Mallorca», terminó asegurando que en la próxima primavera habrá un nuevo Govern en las Islas y que si quiere obtener «las simpatías del sector turístico, tendrá que poner sobre la mesa todos los recursos que Mallorca necesita para promoción». Vicens enseñó sus cartas: quiere que haya un nuevo Govern y, si continúa el Pacte en el poder, espera que al menos cambie el conseller de Turisme.

El ataque frontal contra el Govern fue contestado de forma diplomática, pero con firmeza, por Maria Antònia Munar, que dio en el clavo al defender la necesidad -precisamente ahora, en un año negativo- de evitar el enfrentamiento entre el sector privado y las administraciones públicas.

Las relaciones entre unos y otros están al rojo vivo y será difícil encontrar un punto de encuentro. Más si el president del Govern ni siquiera es invitado a la fiesta del Fomento. Pero desde eseny hay que afirmar que siempre es el momento de intentar un acercamiento. Nadie discute que éste ha sido un mal año, pero cualquier persona sensata sabe que el Govern no es el único culpable. Tampoco se pone en duda el conocimiento que los profesionales del turismo tienen de su sector, pero toda la sociedad tiene derecho a opinar sobre el modelo turístico de Mallorca. No sólo los hoteleros.