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Impresiona, por mucho que se haya seguido la cadencia de las obras de reforma de sa Gerreria, el gran cambio que se está registrando en esa zona histórica de la ciudad. En el espacio que ocupaban las calles que hasta hace poco conservaban el trazado de la época musulmana y donde en estos últimos 50 años se ubicaba el «barrio chino», se ha creado una enorme explanada, en la que se acumulan montañas de escombros y de hierros retorcidos que esperan ser cargados para dejar el espacio libre para que en este lugar la historia dé un espectacular giro y se reanude con otro concepto, en el que el pasado no cabe.

Y de prostitutas, ni rastro. Éstas, las pocas que se resisten a abandonar la zona, unas porque su veteranía las mantiene en el lugar de siempre, y otras recién llegadas, porque es el primer punto de referencia para su oficio. Pero se mantienen en la periferia, hasta que las reformas las obliguen al éxodo definitivo.

En ese perímetro delimitado por un cinturón de cemento que recuerda el «muro de la vergüenza» como se conocía el nefasto «Muro de Berlín», y al otro flanco de la calle Herrería, la calle Sant Andreu ha perdido, en parte, esa categoría porque esa estrechísima calle ha tomado las dimensiones de una plaza al haber sido demolida la vieja manzana de casas.

Los planes reformistas indican que ese espacio será una de las zonas verdes de nueva creación que están naciendo según el proyecto. Por este lugar los coches tendrán su vía de conexión subterránea, puesto que como se ha informado, en el subsuelo del barrio musulmán habrá un enorme aparcamiento subterráneo especialmente destinado a los habitantes de las nuevas viviendas. Se prevé que la capacidad sea de unas 1.000 plazas, cosa que se sabrá definitivamente una vez hayan finalizado las catas previas e indispensables que permitan el diseño definitivo de la instalación bajo tierra.

Los edificios colindantes a esa futura zona verde se han podido salvar de la demolición, aunque sólo sea de manera parcial, ya que de la mayoría de éstos se conserva la fachada, pero se reconstruye el interior, como si de un edificio de nueva construcción se tratara. Precisamente, de los edificios que se han salvado están saliendo a la luz portales de medio punto que en su día fueron ocultados por el cemento con el que cubrieron las fachadas de piedra, y que pueden ser una muestra del patrimonio arquitectónico que posiblemente se ha perdido a causa de la reforma, y que viene a dar la razón a los que califican de «deforma» el plan que se está acometiendo.