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Cada año, el comienzo del curso escolar pone de actualidad un problema sanitario que en ocasiones llega a alcanzar cierta trascendencia social. La infestación por piojos (técnicamente «pediculosis») sigue afectando hoy día a gran número de escolares en nuestro entorno, hasta el punto de que la mayoría de padres y profesores aceptan con relativa naturalidad la aparición de algún brote en sus colegios.

Aunque no es fácil conocer la incidencia real del problema, diversos estudios la sitúan actualmente entre un 5 y un 15% de los alumnos, teniendo en cuenta que desde los años 70 no ha dejado de aumentar en la mayoría de países occidentales. Otros estudios relacionan la mayor frecuencia de parasitación con el grado de contacto directo entre la población. Los piojos son unos insectos de entre 2 y 4 milímetros que se agarran al cabello, especialmente detrás de las orejas y en la nuca. Se alimentan de la sangre de su huésped, produciéndole de paso picor e irritación. Su presencia se detecta sobre todo por las liendres (huevos), que son de color nacarado.

No saltan ni vuelan, como se cree comúnmente, aunque sí pueden moverse con rapidez entre el pelo. De hecho, cuando están bien alimentados y a la temperatura adecuada tienden a ser muy activos. Por ello, el contacto directo es el modo más frecuente de transmisión de una persona a otra, aunque también puede darse por el contacto con objetos personales infestados. De ahí que la convivencia estrecha (familia, colegio, campamentos) facilite considerablemente el contagio, pudiendo convertirlo en una auténtica plaga (recuérdese que la imposición a los reclutas de mantener el pelo corto tiene en principio la finalidad de hacer la transmisión más difícil).

Aunque el problema suele asociarse a sectores de la población con deficientes condiciones de higiene, está ampliamente demostrado que se da en todos los estratos sociales. Esto ocurre porque, trascendiendo la esfera de la higiene personal, los niños persistentemente parasitados actúan como focos de difusión en su entorno. En realidad, cualquier persona con pelo en el cuero cabelludo puede ser víctima de los piojos. Sin embargo, existen grupos con mayor riesgo que otros. Los niños en edad escolar, especialmente aquellos con edades comprendidas entre 3 y 10 años, son los más susceptibles a una infestación.