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Algo está sucediendo en nuestra sociedad, y muy grave, para que en apenas una semana se produzcan tres preocupantes noticias sobre violencia de niños contra niños. Ha ocurrido en Jaén, donde tres menores han agredido sexual y violentamente a un pequeño de once años y sucedió días atrás en Melilla, donde seis alumnas apalizaron a otra. Algunos expertos opinan que la constante violencia televisiva a la que asisten diariamente estos chavales no influye en su comportamiento, pues distinguen perfectamente la ficción de la realidad. Pero es seguro que tampoco basan su actitud en el entorno que les rodea, pues en ocasiones es completamente normal. Algo ocurre, entonces. Y algo grave.

Los sindicatos de la comunidad educativa lo atribuyen a factores diversos, como la falta de implicación de los padres en la educación de sus hijos, la elevada ratio de alumnos por aula y las desigualdades sociales. Todo ello, y seguramente algunas cosas más, forman un cóctel explosivo que puede traer y trae consecuencias imprevisibles. Ha ocurrido en otros países más desarrollados y, al parecer, la tendencia va a más.

Así las cosas, cabe esperar que se tomen medidas rápida y eficazmente porque si la falta de seguridad preocupa al ciudadano, hay que percatarse de que estos pequeños que hoy cometen crueldades de esta calaña serán "si nadie lo remedia" criminales del futuro. La Ley del Menor es algo confusa en ese aspecto y a muchos les parece que ejerce poca presión sobre el niño delincuente. Sea como sea, está claro que una mejora sustancial de las condiciones de vida y educativas de la población más vulnerable mejoraría notablemente las cosas. Los focos de pobreza, violencia e ignorancia deben combatirse con firmeza si queremos atajar la situación.