El proceso de ampliación de la Unión Europea sigue su curso y ya
se ha decidido la admisión para 2004 de diez países de los que
antaño pertenecían al bloque del Este. Para más adelante quedan
Bulgaria y Rumanía, mientras la siempre aspirante Turquía se ha
quedado, de momento, en la estacada. En términos cuantitativos, el
mercado europeo se abrirá entonces a 450 millones de habitantes, lo
que ya son palabras mayores, pero, a cambio, la riqueza del
conjunto se verá mermada al incluir en el selecto club europeo a
socios significativamente más pobres.
Lo que, para nuestro país, no será nada bueno. Porque los países
pobres esperan recibir "y recibirán" cuantiosas ayudas económicas
para que vayan adaptándose a las condiciones del resto, que, por
lógica, les serán retiradas "o reducidas" a los que ahora son los
países pobres: España, Grecia y Portugal. Es un precio alto, aunque
previsible, que quedará compensado con el establecimiento de una
enorme zona de estabilidad, democracia y paz, lo que no es
poco.
Pero queda mucho por hacer y cualquiera es consciente de que el
plazo propuesto "algo más de un año" resulta insuficiente para
atajar los graves problemas que todavía sufren aquellos países:
corrupción, trata de blancas, legislación obsoleta, falta de
espíritu empresarial tras años de comunismo, lagunas en la
seguridad nuclear...
En fin, que tal vez también nosotros estábamos en pañales cuando
llamamos a la puerta de Europa, pero lo cierto es que el período de
adaptación será largo y difícil. Mientras tanto, España tendrá que
empezar a pensar en salir adelante por sí misma, sin depender tan
directamente de los famosos fondos estructurales europeos.
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