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Creencia religiosa, magia, brujería o curación naturista. Nunca nadie se ha atrevido a dar una explicación científica al ya tradicional ritual del «vimer» del Hort de Cal Correu de Manacor, pero lo cierto es que cada año son numerosos los niños que durante la víspera de San Juan pasan a través de las ramas milagrosas del Vimer de esta antigua posesión manacorina con la finalidad de curarse de hernia.

Las agujas del reloj marcan casi las 6:20 horas de la mañana del día de Sant Joan. Los primeros rayos de sol del amanecer iluminan los rostros de los pequeños, acurrucados entre los brazos de sus padres. Algunos lloran, aunque otros aún están dormidos, han tenido que madrugar mucho para beneficiarse de los poderes curativos del «vimer» del Hort de Cal Correu.

Ya son las 6:23 horas. Sebastiana Sureda y su hija, Silvia Llull, herederas del antiguo ritual familiar, cogen a los niños entre sus brazos y, cuidadosamente, los atraviesan por las largas ramas del árbol. Los chicos van desnudos y sobre la zona afectada del cuerpo se deposita la savia del «vimer». Muchos se espantan y no pueden contener las lágrimas, otros aún están tan dormidos que apenas se dan cuenta. Después del ritual, los padres atan las ramas con unos hilos de rafia, para luego poner barro y que queden bien unidos. Cada tallo llevará una cinta identificativa para cada niño. Pasados unos meses, si la rama sobrevive, el pequeño se habrá curado de la hernia, pero si se seca, tendrá que regresar el año que viene.

Unos treinta niños pasaron ayer entre las ramas de los dos vimers de la finca de Manacor. «Es la fe en San Juan lo que cura», manifiesta Bàrbara Sunyer, propietaria de la finca y esposa del desaparecido Jaume Sureda, que al morir transmitió el don a su primogénita, Sebastiana Sureda, y ésta a su primera hija, la joven Silvia Llull.