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A raíz de la publicación, semanas atrás en la columna de al lado, de que grupos de rumanos solían atracar a partir de las tres de la madrugada entre los balnearios uno y tres de la Platja de Palma, he recibido algunas llamadas de vecinos de la zona que mostraban su sorpresa al ver que, pese a haber sido publicado el lugar y la hora aproximada en que tienen lugar esos robos, se sigan produciendo.

Pues bien, noches atrás me desplacé a esa zona y dos vecinos me guiaron por los lugares en que rumanos, y algún que otro magrebí, suelen postrarse para, a partir de las tres de la madrugada, asaltar a cuanto alemán regrese al hotel, y más si va solo y «alegre» por la cerveza ingerida. Esos lugares son las calles Tokio, la plazoleta que forman Cuarter y Trasimeno y la prolongación de Cuarter hasta la Carretera Militar, ya en tercera línea, gran parte de ella, si no fuera por las luces de los pequeños hoteles que hay, en la más completa penumbra. También me llevaron hasta algunos de esos establecimientos turísticos y me presentaron a sus conserjes de noche, quienes no tuvieron inconveniente en mostrarnos las porras, barras de goma y uno un cuchillo que tienen para ahuyentar a alguno de esos rateros cuando tratan de amedrentar a sus clientes. Eso, ya digo, sucede hoy, cada noche, en esa zona de la Platja de Palma, lindando con s'Arenal de Llucmajor, zona por otra parte muy poblada en los meses de verano debido a que en los alrededores hay varios hoteles cuyos clientes son españoles, ingleses y alemanes.

Nos decía uno de los conserjes que visitamos que varias veces ha tenido que hacer frente a los rumanos, «que todos sabemos dónde se alojan, pero que nadie hace nada por evitar que sigan actuando», y que también «casi todas las noches vemos turistas a los que han asaltado, quitado la cartera, que luego aparece tirada por ahí, y golpeado». ¿Lo quieren más claro?