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A parentemente las posturas del Govern y de los empresarios del sector turístico empiezan a acercarse, aunque los recelos están a la orden del día. Es una buena noticia para el conjunto de la sociedad isleña, cuyo bienestar y futuro dependen en gran medida del buen funcionamiento de nuestra primera "y casi única" industria. El asunto en liza es la ecotasa, ese impuesto que deberían pagar los turistas "aunque no todos" por pernoctar en hoteles de nuestra Comunitat y que redundaría en mejoras de tipo ambiental. La idea es aceptable, pero quizá el momento de aplicarla no sea el más adecuado y tampoco el ambiente de crispación que ha generado.

Tras los atentados del 11 de septiembre el negocio turístico ha quedado gravemente dañado y las expectativas para este verano no son demasiado halagüeñas, más si tenemos en cuenta las recientes noticias que hablan de recesión económica en el gigante alemán, nuestro principal mercado.

Así las cosas, es positiva la reunión anunciada entre el president Francesc Antich y los hoteleros de las cuatro islas. Todo intento de diálogo, de negociación y de acercamiento es positivo, sea cual sea el resultado final del encuentro.

Lo deseable sería dar con una solución que satisfaga a todos y que no haya vencedores ni vencidos. Vistas las dificultades y el negro panorama que se presenta, quizá lo mejor sería aplazar la aplicación de la ecotasa, pero sólo si surge del acuerdo entre hoteleros y Govern, que deberá exigir un compromiso de los empresarios para conseguir la necesaria financiación destinada a invertir en mejoras en el medio ambiente. Es el momento de consensuar una nueva ecotasa que, sin perder su filosofía inicial, supere la fórmula de «un turista, un euro» y logre a través de otras formas de recaudación implicar a todo el sector turístico. En el reglamento de la ecotasa debe hallarse el procedimiento que permita salir de esta crisis que está perjudicando a Balears.