El alcalde de Palma, ante el panteón de los bomberos. Foto: JOAN TORRES.

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Décadas atrás, por estas mismas fechas, los escolares solían aprender, gracias al buen oficio de algunos entrañables maestros de literatura, desgarrados fragmentos de «Don Juan Tenorio», de José Zorrilla, o versos de Gustavo Adolfo Bécquer tan tristes y hermosos como éstos: «En donde esté una piedra solitaria,/sin inscripción alguna,/donde habite el olvido,/allí estará mi tumba». La lectura de estos dos grandes autores románticos resulta pertinente en cualquier época del año, aunque quizás resulte más apropiada en otoño, y sobre todo en jornadas como la de ayer, festividad de Tots Sants y uno de los primeros días verdaderamente otoñales de este año.

La lluvia estuvo presente a lo largo de casi toda la mañana de ayer en Palma y en el resto de la Isla, en especial al mediodía, pero ello no impidió que se acercasen hasta los distintos cementerios municipales de Palma unas setenta mil personas, diez mil menos que el pasado año. El 31 de octubre fueron ya cerca de veinticinco mil los ciudadanos que acudieron a los cementerios palmesanos, y hoy se espera que sean alrededor de diez mil.

Las tres mil quinientas plazas de aparcamiento previstas entre las cercanías del Cementiri Municipal, Son Moix y Son Valentí contribuyeron a que no se produjeran problemas circulatorios o atascos, pese a la lluvia. Tampoco se registró ningún accidente o suceso destacable. En las Ramblas, en cambio, sí hubo pequeños atascos, producidos por los coches que se acercaban hasta la zona para adquirir flores.

Uno de los momentos de mayor afluencia al Cementiri Municipal fue a primera hora de la mañana, lo que obligó a regular la entrada de personas. Numerosas familias y parejas, con ramos de flores y coronas en una mano y paraguas en la otra, iban recorriendo el cementerio. También era posible observar algunas personas solas, quizás aún más solas en días como el de ayer. En la entrada, una pareja muy joven, pero marcada ya por los estragos de la marginalidad, vendía centros de flores que costaban entre 800 y 3.000 pesetas.