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A mediodía de ayer, en un taxi tipo monovolumen que le había recogido en la terminal de privados de Son Sant Joan, llegaba Boris Becker al bello, y caro "80.000 pesetas por noche", hotel. Sin darnos cuenta, Boris llegaba en el taxi detrás de nosotros, sin reparar en nuestra presencia. Desde cuatro días antes estaban hospedados en el mismo lugar su ex mujer, Bárbara, y sus dos hijos. ¿Reconciliación a la vista? Parece ser que sí. Al menos es lo que se dice en Alemania, desde donde ha salido una legión de fotógrafos y cámaras para pillarlos.

Por lo visto, Becker, tras un annus horribilis, en el que, vean: se ha divorciado, le ha salido una hija de madre rusa con la que, según se dijo, tuvo tan sólo un minuto de sexo, ha tenido dos novias "cantante y modelo para más señas" y ha perdido millones con el hundimiento de su portal en Internet, ha decidido detener el partido y replantearlo, pues tal como discurría iba perdiendo por goleada. Y en ese replanteamiento puede que esté el regreso con la que fue su esposa y es madre de dos de sus tres hijos, y con la que vivió los mejores años de su vida, cosa que ni él mismo pone en duda. Por eso hay tanto revuelo en Alemania donde, a lo que se ve, el morbo pesa también lo suyo.

Pero ayer, al menos nosotros, no los vimos juntos, entre otras cosas porque el hotel, para más señas regentado por unos suizos, es inaccesible. Y ellos, encima, se hicieron fuertes tras sus muros. Sabemos que estuvieron en la piscina, pero ésta tampoco está al alcance de la vista de quienes no son clientes del establecimiento. Tenemos entendido también que por la tarde, Boris jugó a golf en un campo no muy alejado de donde se hospeda, y que, según parece, en días sucesivos tienen previsto visitar la casa que están construyendo en el término de Artà, la cual, parece, está viendo la luz al final del túnel de la ilegalidad en la que estaba. El plantón que nos dimos durante tantas horas frente al hotel nos impidió acercarnos hasta la zona de Calonge a saludar a uno de los mallorquines vivos más universales, al menos en estos momentos: el diseñador de moda Miquel Adrover, que llegó a Mallorca días atrás para visitar a su madre, que no anda muy bien de salud.

Tenemos entendido que permanecerá algún tiempo en la Isla. Por la misma razón, tampoco pudimos pasarnos por esa especie de páramo situado en el centro de la Isla en que vive Rosario Nadal y su familia, que ya he visitado en dos o tres ocasiones, por ver si ya había llegado Kiryl, que por lo que tengo entendido sólo pasa los fines de semana en Mallorca, pero que nunca se sabe. Así que tendremos que posponer para otro día la sorpresa que le queremos dar cuando nos vea aparecer por allí, porque seguro que se la lleva, puesto que lo que mandaba ayer era Boris y su reencuentro con Bárbara y sus hijos en Mallorca, en otro inhóspito páramo "para los circunstanciales «sin techo», como nosotros", dicho sea de paso.