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La operación policial llevada a cabo en Mallorca para localizar inmigrantes ilegales en diversas fincas agrícolas ha estado rodeada de confusión. Si atendemos las denuncias de varios inmigrantes legalizados que han querido solidarizarse con sus compañeros 'sin papeles' y desvelar las penosas condiciones en que trabajaban, la actuación policial ha sido impecable y, desde luego, oportuna a la hora de sacar a la luz una situación intolerable. En los inicios del siglo XXI una sociedad como la nuestra no puede aceptar ninguna forma de explotación laboral, aprovechando las difíciles circunstancias personales de algunos extranjeros recién llegados a nuestra Comunitat.

Pero, por el contrario, si las denuncias resultan ser falsas o exageradas "como sostienen los payeses afectados", habría que andar con pies de plomo, porque en ese caso lo único que habrían hecho los propietarios de las fincas es darles una oportunidad para integrarse entre nosotros.

Habrá que actuar con rapidez y contundencia a la hora de dilucidar quién tiene razón en este enfrentamiento porque la confusión no hace más que enconar los ánimos de unos y otros y despistar a la opinión pública, que merece siempre conocer la verdad con todo detalle.

Por ello habrá que establecer en qué condiciones trabajan esos empleados ilegales, si afrontan sus jornadas laborales con los mismos derechos que los demás y si sus salarios son dignos, así como sus viviendas. Ahora que desde el Gobierno de Aznar se ha aceptado la aplicación con «flexibilidad» de la Ley de Extranjería, es el momento para "si estas personas son necesarias en el campo mallorquín" otorgarles la documentación que les acredite como «legales» y puedan así exigir con naturalidad todos sus derechos.