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Finalmente, el ex presidente serbio Slobodan Milosevic acabó entregándose y ha sido trasladado al Penal Central de Belgrado, con lo que el máximo responsable de muchos crímenes de guerra se encuentra ya en la cárcel, aunque las autoridades yugoslavas lo acusen sólo de abuso de poder y de mal uso de fondos públicos. Ciertamente puede tratarse de una argucia legal. No podemos olvidar que, hasta en el caso de Al Capone, el FBI tuvo que utilizar un delito menor para poder proceder a su detención. Otra consideración importante es que el apresamiento de Milosevic era una imposición norteamericana para que la nueva Yugoslavia pudiera abrir sus puertas a Europa y, sobre todo, pudiera evitar un aislamiento que, sin duda, se hubiera producido de mantenerse el status del ex presidente.

Por el momento, será juzgado en su propio país y no hay indicios de que vaya a ser entregado al Tribunal de La Haya para que lo procese por los crímenes contra la humanidad de los que se le responsabiliza. Esta posibilidad, aunque no está descartada, parece por el momento muy remota.

Sin embargo, es enormemente positivo que Milosevic se encuentre en la cárcel y que vaya a responder de delitos que ha cometido, lo que demuestra, una vez más, que los dictadores no gozan de impunidad permanente y que, antes o después, llega el momento de rendir cuentas por sus propios desmanes. La decisión del Gobierno yugoslavo no era fácil, por cuanto Milosevic cuenta aún con múltiples seguidores en su país, pero sin embargo había que abordarla, no sólo por las presiones internacionales, sino también en beneficio de la propia Yugoslavia. El encarcelamiento de Milosevic puede ser la garantía, para los mismos serbios, de un futuro mejor sin el lastre de un criminal campando por sus anchas.