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En una isla la vida ha transcurrido de forma ancestral condicionada en torno a su peculiaridad geográfica. Así, el mar y la navegación han constituido para Balears durante siglos la esencia de sus poblaciones costeras, dedicadas a la pesca o al comercio mediterráneo. Con la llegada del turismo de masas y la irrupción de nuevas formas de vida, el mar dejó de verse como clave de subsistencia y prosperidad mercantil, para constituir un disfrute en sí mismo.

Superados los antiguos peligros derivados de los ataques piratas y de las supersticiones asociadas a lo desconocido frente a la inmensidad de un elemento en continuo movimiento, asociado a la morada de seres legendarios, nuestras costas han visto surgir a lo largo del siglo que ahora expira otros tipos de embarcaciones tripuladas por cuantos, atraídos por el hechizo de la navegación, huyen de la agitada vida ciudadana, en busca del medio natural, la esencia de libertad, el sabor de aventura o el desafío deportivo que el mar proporciona.

En la actualidad, el placer de navegar, una forma de ocio al alcance de buena parte de la población, puede experimentarse en las más variadas facetas. Desde el simple alquiler de un velomar, al embarque en un lujoso paquebote de cruceros, permiten experimentar un contacto con el mar antaño restingido a los marinos profesionales.

Durante las vacaciones, las múltiples posibilidades existentes en Balears, se ponen de manifiesto hasta el punto de que las embarcaciones de recreo saturan buena parte del litoral insular. La oferta va desde el modesto alquiler de pedalos, al uso de piraguas, desde tablas de wind"surf, tradicionales llaüts y botes a motor por horas a ruidosas motos acuáticas, desde lanchas para la práctica del esquí a los yates de super lujo, cuyo disfute ocupa el segmento más elitista.