La familia real, en la «Llamp». Entre ellos, el pequeño Froilán. Foto: T.M.

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Ayer, último día de regatas de la Copa del Rey, la noticia estuvo en el mar. Por una parte, el pequeño Felipe «Pipe» Froilán siguió la prueba con atención, desde la «Llamp», con sus padres y la Reina, y puede que fuera el primero en felicitar al abuelo, quien desde la caña del «Bribón» le mandó un beso. Por otra, sobre la cubierta del «Discovery», aparecieron Malanie Griffith, la pequeña Dakota y Antonio Banderas, dispuestos a no perderse para nada la recta final de la prueba en la que competía su barco, el «Tau», antes «Bribón».

Y si en la víspera, como ofreció este diario en rigurosa exclusiva, las tripulaciones de ambas embarcaciones con sus respectivos patrones y armadores estuvieron cenando en Es Baluard como buenos amigos y compañeros, ayer, en el campo de regatas no se dieron respiro, yendo cada cual a ganar. Pero no hay duda que quien mejor se lo paso fue «Pipe», o sea, Felipe Froilán. O Froilán, a secas. (Lo de «Pipe» es como le llaman en casa, pues él dice que se llama así. Normal. Oye que le dicen Felipe y él, que ha comenzado a hablar, por cierto que muy bien, dice «Pipe»).

Puede que el pequeño, con su simple presencia de la mano de su padre, tocado con una gorrita al estilo «Gran Hermano», convulsionó el pantalán mucho más que la otra noche convulsionaron el Paseo Marítimo los dos «Gran Hermano», Jorge ¿quién me pone la pierna encima? y María José. Tampoco en el mar su presencia pasó desapercibida. Y es que el crío, al que no habíamos vuelto a ver desde la pasada Semana Santa, está muy majo, es muy expresivo y nos da la impresión que goza de un inmejorable sentido del humor. Y también está hecho un hombrecito ya porque ¡dos añitos tiene! Sí, cumplidos el pasado 17 de julio, que celebró como un campeón con sus «compis» de la guardería.