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Como piezas de un caleidoscopio muy especial, las chicas de natación sincronizada del Club Mediterránea bailan en el agua sin cansarse. Aunque en sus caras no se detecta, se requiere mucho esfuerzo para realizar los ejercicios en la piscina. Además de saber nadar a la perfección, en los entrenamientos se practican habilidades tales como el ballet clásico, el aerobic, pesas o elasticidad. Las chicas dedican tres horas y media diarias a su deporte favorito, y más ahora, que queda tan poco tiempo para que se celebre el Campeonato Nacional de Natación Sincronizada. Es la primera vez que va a tener lugar en Mallorca, y contará con el apoyo de instituciones insulares como el Govern, el Consell y el IME; y también de la Federación Nacional de Natación Sincronizada. Las fechas previstas son el 26 y el 27 de febrero y el lugar, la Piscina Son Hugo, de Palma.

El Club Mediterránea nació hace cuatro años organizado por los padres de los deportistas de natación sincronizada y de saltos de trampolín, y está realizando un enorme esfuerzo porque de los bolsillos de sus miembros sale todo el dinero necesario para mantener los entrenamientos y pagar los gastos de viajes a la Península llegado el momento de competir. Sueldo de las entrenadoras, avión, hoteles y comidas, suponen un desembolso importante para una economía familiar.

Actualmente reciben escasa ayuda institucional y esto implica una menor participación de gente en los equipos, y el disponer, únicamente, de una hora de piscina al día para practicar las «figuras» que se exigen en los campeonatos. Lorenzo Gracia, presidente del Club, y Guillermo Crespí consideran que haría falta más dinero para que sus hijos pudieran participar en un mayor número de encuentros nacionales: «Con tan poco tiempo de piscina y sin dinero no se puede ir a todas las competiciones, y sin competición no hay motivación... entonces el Consell y el Ayuntamiento subvencionan en función de los resultados, pero como no hay dinero, no hay resultados. Sólo un veinte por ciento de lo que nos gastamos nos devuelven al año... es como una rueda».

Pero las chicas del equipo permanecen ajenas a estos «problemas de adultos» mientras entrenan en el gimnasio. Cuando llega su turno, bajan corriendo a la piscina para no desperdiciar ni un minuto del tiempo que les corresponde, y se lanzan al agua para ensayar las «figuras» que exhibirán en el campeonato nacional. Al ritmo de la música repiten muchas veces los mismos gestos porque ellas sólo piensan en mejorar para no quedar en mal lugar. La mayoría lleva una media de siete años dedicada a este deporte. Maite Gracia, la entrenadora de «las mayores», estuvo en la selección nacional hasta los veintitrés años porque su esfuerzo se veía compensado al luchar por algo: «Ir a las olimpiadas, a los campeonatos europeos... además de la compensación económica. Pero si no se alcanza determinado nivel, es un poco en vano tanto sacrificio, y las chicas dejan la natación a los diecisiete o dieciocho años».